Al llegar a Alemania comencé a dar clases de español organizadas por los ayuntamientos de las ciudades. Son muy populares y el programa va desde idiomas hasta cocina, arte, música y gimnasia. Todo alemán ha pasado alguna vez por sus aulas y tienen bastante prestigio.
Estuve dando clase en diferentes ciudades 10 años. Me gustaba mucho, pagaban más o menos bien y en poco tiempo tenía muchas clases. Los alumnos aprendían y a la vez se divertían y trimestre tras trimestre repetían. La dirección estaba encantada y aunque había muchos alumnos y cursos diferentes, no contrataron a nadie más, viendo que yo abarcaba con éxito y buen hacer todo el programa.
Sucedió que un trimestre hubo un problema en el programa y dos clases aparecieron montadas el mismo día a la misma hora. Como solución, la directora de idiomas, me propuso buscar a un sustituto “sólo para esa ocasión” me dijo con un guiño. Le dije que sin problema y al día siguiente teníamos ya un candidato. Mi marido, alemán como una buena cerveza, se propuso. -Así, todo continuaba quedando en casa- dijo. Me pareció buena idea y lo comuniqué a la dirección. Todo empezó bien, yo preparaba la clase, le hacía las fotocopias y le daba el guion a seguir. Para mí era fácil ya que tenía mucha experiencia.
Nuestras clases eran a la misma hora y en el mismo edificio, en las pausas nos veíamos, pero no hacíamos grupo. Cada uno a lo suyo. Un día uno se sus alumnos se me acercan y me comenta que a Herr Sánchez, sólo le interesa enseñar verbos, se hace muy pesado, repite, que te repite.
¡Herr Sánchez!!!! ¿quién es? pregunté ingenua.
-Nuestro nuevo profesor de español -Paco Sánchez- me dijo.
Me voy veloz a la clase donde estaba mi marido y le digo, ¡Paco! ¿puedes salir? Él muy tranquilo sale y me comenta el lío. -Claro si no soy español, no tiene gracia, a ellos les gustan los nativos. Incluso les he dicho que no hablo alemán- ¡Pero estás loco! Le grité por lo bajines.
¿Y las clases que me molesto en prepararte? Dicen que sólo haces verbos- le dije, -se aburren quieren dinamismo-
-Claro, no tienen ni idea y sin verbos no hay frases- me dijo. -Además repitiendo se pasa la clase muy rápido -¡Todo un despropósito!
-¡Haz lo que te preparo!- le ordené. No conseguí que hiciera mi programa una sola vez. Hartó a los alumnos y creo que les quito la afición por nuestro idioma.
Pero el lío continuaba y se enredaba cada vez más ¿Cómo poner la factura? ¿A nombre de quién? Cuando querían comunicarle algo, ¡no hablaba alemán! Al final decidí que pasara todo por mí. Yo le daría cualquier recado, la factura a mi nombre y yo le daría su parte, le comunicaría cualquier cambio o novedad. Cogí fama de esclavista y controladora y sobre todo de enemiga de la competencia. Él pasaba como mi empleado y yo como una déspota jefa. Quería que terminara el semestre cuanto antes y acabara esa pesadilla. Nunca sabía por donde podría salir Herr Sánchez y sus mentiras,que me traían en vilo.
No le volvieron a dar una sola clase y yo tampoco le propuse, era demasiado estrés para todos.
2 Comments
Keila Ganán Rugel
23. junio 2020 at 5:26Herr Sanchez! ????
Qué buena anécdota!!! Una historia para nunca olvidar!!! Saludos a Oliver ?
Clara Eugenia P. Santa Cecilia
25. junio 2020 at 9:00De tu parte. Beso.